La situación no es nueva, mas bien es histórica en todo el distrito quilmeño. Basta escuchar a las agrupaciones de vecinos que vienen luchando para revertir el problema del ascenso de las napas, para darse cuenta que la advertencia lleva años: Quilmes se Hunde. Y no significa ésto que el milimétrico ascenso del nivel del mar incida en nuestra costa sino que, de punta a punta, el ascenso de las napas sumado al colapso de una red cloacal y pluvial totalmente obsoleta y sub dimensionada para el crecimiento exponencial de la ciudad, ha hecho eclosión en una realidad que ya brota sin discriminar barrios bajos ni altos. En efecto, la situación en la zona del centro es más dramática que en ciertos barrios, aunque en mayor o menor medida no hay zona en la que el problema ya sea grave, o esté por serlo. Y es más grave porque se ha puesto el carro delante del caballo. Se han construido decenas de edificios de propiedad horizontal sin la previa adecuación de la infraestructura.
Las napas freáticas están a flor del piso en toda la zona. Por este motivo las asambleas vecinales, vienen desde hace un tiempo, denunciando en diferentes ámbitos la existencia de decenas de edificios que necesitan bombear constantemente a la calle un caudal enorme de agua para evitar que las napas inunden completamente los subsuelos y pisos bajos. Por este motivo, existen edificios que tienen los subsuelos inutilizados, como así también vedado el uso de los ascensores, por el peligro que esto implica.
El vecino, sobre todo el recién llegado, no sabe lo que le espera. ¨Hace poco nos mudamos a la ciudad y no nos acostumbramos a lidiar con el agua en los subsuelos, somos de Chascomuú y vinimos a vivir a Quilmes porque nos parecía confortable, cercana a la Ciudad de Buenos Aires, pero lamentablemente tengo que decir que esta situación es inesperada y muy desagradable para nosotros¨, contó una vecina de una torre sita en el centro quilmeño. Así las diferentes manifestaciones muestran el fastidio por verse impedidos de utilizar los ascensores y montacargas en las nuevas torres donde habían comprado su departamento.
Según explicaron los vecinos ¨no debemos olvidar el colapso de los servicios, el desborde de las cloacas y el olor insoportable¨ que se comienza a sentir. Los nuevos vecinos esperan poder defender sus derechos, esos que adquirieron cuando compraron sus inmuebles. Y los que viven de antemano pretenden el ordenamiento y regulación de las construcciones. Algunos vecinos ya preparan un torrente de reclamos para intentar la toma de conciencia de los funcionarios y constructores.
A partir de una denuncia realizada por Marcela Palmeiro, una vecina de Villa Luján que tiene problemas con las napas en su vivienda desde hace varios años, la Defensoría del Pueblo comenzó a tomar intervención en el problema.
En el marco del lanzamiento del Plan Urbano Ambiental, éstos temas dejaron la sensación de quedar relegados, con la ausencia notoria de los responsables de la Secretaría de Medio Ambiente. Posteriormente se salió a declarar que se integrarán a la confección del Plan. Mientras, un grupo de constructores propuso hacerse cargo de la construcción de un canal aliviador alrededor de la plaza de Conesa, quedando en claro el buen negocio que es construir allí, pero generando un paliativo puntual a una situación que es generalizada.
No hay Asamblea de vecinos en el que el tema de las napas y su relación con la situación de la infraestructura de agua y saneamiento no forme parte de la agenda. Si bién en los hechos se desconoce la existencia de una Secretaría del ejecutivo comunal cuya actuación se centraliza al respecto, lo cierto es que los vecinos se animan a propuestas y debaten un diagnóstico que habrá que confirmar: El problema se agravó a partir de la concesión del servicio a Aguas Argentinas, cuando se dejó de extraer agua de los pozos para traerla desde la planta potabilizadora, lo que provocó un desequilibrio hidrodinámico al introducirse al sistema un volumen mayor del que se extrae. Esto porque en el Partido, la población con redes de agua casi duplica a la que posee cloacas, y los pluviales no resuelven adecuadamente la diferencia.
Sótanos y patios inundados, y no con agua clara precisamente, asfalto destruido y calles permanentemente mojadas aunque por días no llueva y olores putrefacto que van ganando terrenos son la cara ya inocultable de lo que hemos sabido conseguir.
La otra cara, la que aún no se vislumbra, es la de las soluciones.
Las napas freáticas están a flor del piso en toda la zona. Por este motivo las asambleas vecinales, vienen desde hace un tiempo, denunciando en diferentes ámbitos la existencia de decenas de edificios que necesitan bombear constantemente a la calle un caudal enorme de agua para evitar que las napas inunden completamente los subsuelos y pisos bajos. Por este motivo, existen edificios que tienen los subsuelos inutilizados, como así también vedado el uso de los ascensores, por el peligro que esto implica.
El vecino, sobre todo el recién llegado, no sabe lo que le espera. ¨Hace poco nos mudamos a la ciudad y no nos acostumbramos a lidiar con el agua en los subsuelos, somos de Chascomuú y vinimos a vivir a Quilmes porque nos parecía confortable, cercana a la Ciudad de Buenos Aires, pero lamentablemente tengo que decir que esta situación es inesperada y muy desagradable para nosotros¨, contó una vecina de una torre sita en el centro quilmeño. Así las diferentes manifestaciones muestran el fastidio por verse impedidos de utilizar los ascensores y montacargas en las nuevas torres donde habían comprado su departamento.
Según explicaron los vecinos ¨no debemos olvidar el colapso de los servicios, el desborde de las cloacas y el olor insoportable¨ que se comienza a sentir. Los nuevos vecinos esperan poder defender sus derechos, esos que adquirieron cuando compraron sus inmuebles. Y los que viven de antemano pretenden el ordenamiento y regulación de las construcciones. Algunos vecinos ya preparan un torrente de reclamos para intentar la toma de conciencia de los funcionarios y constructores.
A partir de una denuncia realizada por Marcela Palmeiro, una vecina de Villa Luján que tiene problemas con las napas en su vivienda desde hace varios años, la Defensoría del Pueblo comenzó a tomar intervención en el problema.
En el marco del lanzamiento del Plan Urbano Ambiental, éstos temas dejaron la sensación de quedar relegados, con la ausencia notoria de los responsables de la Secretaría de Medio Ambiente. Posteriormente se salió a declarar que se integrarán a la confección del Plan. Mientras, un grupo de constructores propuso hacerse cargo de la construcción de un canal aliviador alrededor de la plaza de Conesa, quedando en claro el buen negocio que es construir allí, pero generando un paliativo puntual a una situación que es generalizada.
No hay Asamblea de vecinos en el que el tema de las napas y su relación con la situación de la infraestructura de agua y saneamiento no forme parte de la agenda. Si bién en los hechos se desconoce la existencia de una Secretaría del ejecutivo comunal cuya actuación se centraliza al respecto, lo cierto es que los vecinos se animan a propuestas y debaten un diagnóstico que habrá que confirmar: El problema se agravó a partir de la concesión del servicio a Aguas Argentinas, cuando se dejó de extraer agua de los pozos para traerla desde la planta potabilizadora, lo que provocó un desequilibrio hidrodinámico al introducirse al sistema un volumen mayor del que se extrae. Esto porque en el Partido, la población con redes de agua casi duplica a la que posee cloacas, y los pluviales no resuelven adecuadamente la diferencia.
Sótanos y patios inundados, y no con agua clara precisamente, asfalto destruido y calles permanentemente mojadas aunque por días no llueva y olores putrefacto que van ganando terrenos son la cara ya inocultable de lo que hemos sabido conseguir.
La otra cara, la que aún no se vislumbra, es la de las soluciones.