Un niño de cuatro años murió quemado en su precaria vivienda de madera asentada sobre un basural de relleno a pocos metros de la entrada a la ciudad, en la bajada de la autopista. Víctima de una realidad inocultable, de indiferencia, desidia e incapacidad, de una sociedad que se acostumbró a extremos contrastes mientras se debate dónde y cómo se pueden hacer los negocios.
Un niño de cuatro años murió quemado en su precaria vivienda de madera asentada sobre un basural de relleno a pocos metros de la entrada a la ciudad, en la bajada de la autopista. Víctima de una realidad inocultable, de indiferencia, desidia e incapacidad, de una sociedad que se acostumbró a extremos contrastes mientras se debate dónde y cómo se pueden hacer los negocios.