El Centro de Quilmes desespera. No solo de desesperación sino de desesperanza.
Los múltiples problemas que se superponen en las calles más transitadas de la ciudad van en aumento sin que ninguna medida surja efecto positivo. Al congestionamiento del tránsito vehicular se ha sumado el peatonal. Cada vez más veredas resultan intransitables por la ocupación invasiva del espacio, mientras la suciedad absoluta y la contaminación tanto visual como sonora imposibilitan el andar ordenado, como debiera ser.
Según una encuesta no cerrada aún, llevada adelante por la edición on line del Diario Perspectiva Sur, caminar por Quilmes Centro da pena a un 62%, por lo desordenado y sucio, mientras otro 22% se queja por el tránsito y la dejadez. Solo un 7% ve en el centro una ciudad pujante.
Pero si los resultados son más que definitorios, los comentarios que los lectores del mismo diario hacen ante la pregunta ¿Le gusta caminar por Quilmes Centro? nos dan una variada y precisa idea del sentimiento que los quilmeños manifiestan ante la decadencia de lo que siempre fue motivo de orgullo; El centro de la ciudad, símbolo característico de una identidad que se está dejando perder sin que las autoridades atinen a preservarla.
Es llamativo, a la vez que sorprendente, como en cuestión de meses se propaga la actividad de decenas de vendedores de puesto fijo, ya no solo sobre Rivadavia sino adyacentes y principalmente en el entorno de la estación. De poco más de una decena pasaron sucesivamente a ser 20, 30, 50 y ya son casi 200, una verdadera muchedumbre organizada que hace su negocio a espaldas de la legalidad en todo sentido.
Es el caso de muchas ciudades latinoamericanas que, en su mayoría, no han podido volver a calificar su espacio público. Lo novedoso es que en nuestra ciudad el fenómeno tenga características aluvionales, cuando en otras latitudes se fue dando paulatinamente.
El tránsito es otro capítulo. A la falta de planificación se suman medidas arbitrarias, erróneas y contraproducentes. Desde la mala temporización de los semáforos hasta la incorrecta disposición de los sentidos de circulación, incluyendo, claro esta, la nula capacidad del quilmeño para cumlir las normas.
La prometida readecuación de las paradas de colectivos y sus itinerarios es a esta altura solo una expresión de deseos, o de campaña.
Otra cuestión es la inseguridad. Tanto desorden, amontonamiento y barullo son condiciones ideales para el arrebato, el atropello y también el robo planificado a mano armada. Es corriente que alguien vuelva del centro contando que vió o escucho sobre un robo. En horario nocturno, la falta de iluminación y la proliferación de jóvenez alcoholizados agrava el panorama.
Quilmes Centro supo diferenciarse hasta hace poco de otras ciudades en las que estos fenómenos ya ocurrían. Pero la crudeza de la degradación lo pone hoy en la punta de un problema, el de los guettos urbanos, que pocos quilmeños imaginaban para su querida ciudad. Pasear por estas calles resultará más peligroso e insalubre semana a semana, sino se toman en forma urgente medidas a la altura de la escala de los hechos. Creer que en nombre de la pobreza todo debe permitirse, es caer en el facilismo de pensar que gobernar es inaugurar obras y asistir a homenajes.
Los múltiples problemas que se superponen en las calles más transitadas de la ciudad van en aumento sin que ninguna medida surja efecto positivo. Al congestionamiento del tránsito vehicular se ha sumado el peatonal. Cada vez más veredas resultan intransitables por la ocupación invasiva del espacio, mientras la suciedad absoluta y la contaminación tanto visual como sonora imposibilitan el andar ordenado, como debiera ser.
Según una encuesta no cerrada aún, llevada adelante por la edición on line del Diario Perspectiva Sur, caminar por Quilmes Centro da pena a un 62%, por lo desordenado y sucio, mientras otro 22% se queja por el tránsito y la dejadez. Solo un 7% ve en el centro una ciudad pujante.
Pero si los resultados son más que definitorios, los comentarios que los lectores del mismo diario hacen ante la pregunta ¿Le gusta caminar por Quilmes Centro? nos dan una variada y precisa idea del sentimiento que los quilmeños manifiestan ante la decadencia de lo que siempre fue motivo de orgullo; El centro de la ciudad, símbolo característico de una identidad que se está dejando perder sin que las autoridades atinen a preservarla.
Es llamativo, a la vez que sorprendente, como en cuestión de meses se propaga la actividad de decenas de vendedores de puesto fijo, ya no solo sobre Rivadavia sino adyacentes y principalmente en el entorno de la estación. De poco más de una decena pasaron sucesivamente a ser 20, 30, 50 y ya son casi 200, una verdadera muchedumbre organizada que hace su negocio a espaldas de la legalidad en todo sentido.
Es el caso de muchas ciudades latinoamericanas que, en su mayoría, no han podido volver a calificar su espacio público. Lo novedoso es que en nuestra ciudad el fenómeno tenga características aluvionales, cuando en otras latitudes se fue dando paulatinamente.
El tránsito es otro capítulo. A la falta de planificación se suman medidas arbitrarias, erróneas y contraproducentes. Desde la mala temporización de los semáforos hasta la incorrecta disposición de los sentidos de circulación, incluyendo, claro esta, la nula capacidad del quilmeño para cumlir las normas.
La prometida readecuación de las paradas de colectivos y sus itinerarios es a esta altura solo una expresión de deseos, o de campaña.
Otra cuestión es la inseguridad. Tanto desorden, amontonamiento y barullo son condiciones ideales para el arrebato, el atropello y también el robo planificado a mano armada. Es corriente que alguien vuelva del centro contando que vió o escucho sobre un robo. En horario nocturno, la falta de iluminación y la proliferación de jóvenez alcoholizados agrava el panorama.
Quilmes Centro supo diferenciarse hasta hace poco de otras ciudades en las que estos fenómenos ya ocurrían. Pero la crudeza de la degradación lo pone hoy en la punta de un problema, el de los guettos urbanos, que pocos quilmeños imaginaban para su querida ciudad. Pasear por estas calles resultará más peligroso e insalubre semana a semana, sino se toman en forma urgente medidas a la altura de la escala de los hechos. Creer que en nombre de la pobreza todo debe permitirse, es caer en el facilismo de pensar que gobernar es inaugurar obras y asistir a homenajes.
Falta de demarcación y utilización caótica de la vía pública
La Plaza de la estación, un espacio que pasará a ser semi-público.
La Plaza de la estación, un espacio que pasará a ser semi-público.
Peligro: Garrafas sin control. Hay casi una decena en adyacencias de la estación