"Hay cuatro tipos de maíces: el blanco, el rojo, el amarillo y el morado. Este último es dulce y rico en vitaminas, y se usa en diversos rituales”, detalló la antropóloga e integrante de la comunidad de Quilmes, Rita Cejas, una de las disertantes del Primer Congreso Regional de Turismo Gastronómico que tuvo lugar ayer en Tucumán. “El maíz rojo, en tanto, habla de las emociones y las pasiones. Por eso, la mujer que estaba enamorada se lo preparaba para su amichao, que era el compañero con el que convivía durante un año. Ese tiempo les servía para probar si iban a quererse toda la vida”, añadió Cejas.
“Los amichaos trabajaban para la comunidad; no para ellos. El varón soltero se retiraba de su casa a los 21 años y comenzaba a servir a la comunidad, responsabilidad que cumplía hasta los 31. Una vez concluido el servicio, podía buscar una mujer. Si después de vivir juntos durante un año se llevaban bien, se casaban”, destacó.
La antropóloga explicó que la tradición ordenaba que el varón confeccione un par de sandalias de cuero, las ushutas, para la novia. Era un símbolo de la invitación a caminar juntos por la vida. Ella, a su vez, le tejía un poncho, al que le añadía un poco de su cabello para que él llevara algo de ella adonde fuera”. Para la fiesta de casamiento se preparaba pan de maíz, que se servía a la pareja con pimientos aderezados con aceites de hierbas, como la muña muña y la rica rica, de supuestos efectos afrodisíacos.
Si bien estas tradiciones se perdieron, perdura el hábito de algunos alimentos, como el charqui, carne que se deja secar sobre una piedra caliente. “El inca le echaba sal; el quilme, no”, aclaró Cejas.
Fuente: La Gaceta.