La jornada de ayer, con más de sesenta mil visitantes, fue la de más actividad, con un elevadísimo consumo de alcohol, una desbordante presencia de paseantes, y un refuerzo claro de la presencia policial. Debido al calor, la gente se adentró en las aguas sin temor.
El sábado y el domingo, la presencia de público en la Ribera marcó un buen número, de la mano de las elevadas temperaturas. Ayer, sin embargo, después de la fugaz lluvia de la madrugada, y con el calor húmedo que comenzó a apretar fuerte después del mediodía, se batieron los récords. Hubo entre 40 y 45 mil personas, dijeron fuentes policiales del Destacamento de la Ribera. Algunos comerciantes, sin embargo, arriesgaban que el número no bajó de las 60 mil personas, sólo en el día de ayer. Lo cierto es que en los tres días del fin de semana largo se contabilizaron unas cien mil personas desfilando por la Ribera.
El sábado y el domingo, la presencia de público en la Ribera marcó un buen número, de la mano de las elevadas temperaturas. Ayer, sin embargo, después de la fugaz lluvia de la madrugada, y con el calor húmedo que comenzó a apretar fuerte después del mediodía, se batieron los récords. Hubo entre 40 y 45 mil personas, dijeron fuentes policiales del Destacamento de la Ribera. Algunos comerciantes, sin embargo, arriesgaban que el número no bajó de las 60 mil personas, sólo en el día de ayer. Lo cierto es que en los tres días del fin de semana largo se contabilizaron unas cien mil personas desfilando por la Ribera.
Un dato clave para entender el fenómeno, además de la temperatura elevada, fue la celebración de una de las tres fechas más importantes del año para los miembros del culto umbanda. La cita religiosa atrajo a seguidores desde distintos puntos del Conurbano, que llegaron no sólo en vehículos particulares, sino -y principalmente- en colectivos. Vestidos de blanco y amarillo, ingiriendo bebidas alcohólicas, los ritualistas realizaban danzas y cánticos todo a lo largo de la costa del Río, donde además habían montado carpas, y pequeños altares para rendir culto a una imagen. Sin embargo, pese a la numerosa presencia, al cierre de esta edición, confirmaron desde el Destacamento de la Ribera que no hubo incidentes. Tuvimos un choque en España y Yoldi entre una camioneta y un colectivo, pero sin heridos. Tuvimos algunas personas con calambres en el agua, chicos perdidos, pero nada importante, explicaron. Y remarcaron que en buena medida eso se debió a que hubo un marcado refuerza de la presencia policial en la zona .
Ya sea caminando, o a caballo, los uniformados recorrían en parejas toda la franja costera de la Ribera quilmeña durante la tarde de ayer, y trabajaban en la disuasión frente a situaciones que pudieran presentarse como antecedente de hecho más complejos. Y es que la ingesta de bebidas alcohólicas fue durante los tres días, pero en especial ayer, un fenómeno prácticamente incontrolable: cajas de vino, vino en botellas, y cerveza en todas las clases de recipientes posible pudieron verse en casi todos los grupos que se dieron cita en la costa quilmeña. A diferencia de otras ocasiones, lo apretada de la concurrencia, además, no dejó lugar para la clásica división en sector, donde los de menores recursos buscan un lugar entre la rotonda de Cervantes y el fondo del Paseo, y los de clase media se ubican entre Otamendi y España. Ayer, la falta de espacio para estacionar dejaba ver una camioneta 4x4 con una patente alfanumérica muy reciente, al lado de un vehículo que aún no había sido repatentado. Cualquier lugar era aceptable para contar con el espacio propio, así, cuando se hubieron llenado los clásicos lugares de aparcamiento, los vehículos comenzaron a ocupar lugar en las entradas de bares, restoranes, casas particulares y clubes sobre la acerca oeste de la calle Cervantes. En los blancos que dejaban los vehículos, se apostaban familias, con lonas o carpas, llegando incluso a ocupar algunos terrenos baldíos para ganar algún espacio con sombra. A todo eso, el río había dejado una extensa playa, de más de doscientos metros, en algunos lugares, y piletones de agua calentada por el sol y no más de treinta centímetros de profundidad, donde los más chicos se entretenían jugando sin mayores riesgos.
Los más osados se llegaban a adentrar, incluso, hasta trescientos y cuatrocientos metros desde la orilla del agua. Y la situación se repetía, incluso, en aquellos lugares donde tradicionalmente los guardavidas recomiendan no adentrarse en el agua.
Fuente: Perspectiva Sur