Se encontraron en la estación. Apenas se saludaron y fueron a tomar un cafecito en la vieja confitería de enfrente. El viejo, con su barba interminable, los más de cien años que se definían en esas arrugas que eran cauce para reflejar tantas vivencias. El Joven, lozano, altivo, lindo pibe, una especie de Dorian Gray en gestación. Nuevo y respetuoso saludo. El Joven lo escudriñaba y ensayaba una sonrisa irónica, sabiendo que de aquí en más, después de la yapa, sería su tiempo. El Viejo lo comprendía; estaba encorvado de tantas batallas. Sentía la emoción del tiempo transcurrido y de las horas que le quedaban de vida útil. Conocía la irremediable presencia del progreso y la necesidad de dejar paso al futuro. Pero en la charla fue el Viejo el que se cansó de hablar. Porque el Joven lo miraba y poco a poco iba abriendo los ojos para entender tantos acontecimientos. El recién empezaba, tenía que acomodarse el nuevo traje y aprender la función para cumplirla lo mejor posible. Por eso el Viejo fue capaz de copar la parada. Empezó a contar con acento inglés. Un poco recordó sus ancestros y los sueños que nacieron en la Gran Bretaña, con aquellos locos que corrían detrás de una pelota. Y la llegada de los "Gringos" a Buenos Aires y aquellos que se acercaron a esta Quilmes para producir los primeros pasos "Atlhetic Club". También habló de los Brown, de Alumni y de tantas historias que dejaban al Joven impresionado. Como esos duelos con los "Mates", los Argentinos de Quilmes, que enfrentaban a gringos y criollos.
Por supuesto, solo podía interrumpirlo muy poco, apenas con monosílabos, interjecciones o esos ooh! de asombro que le daban pie al barbado para seguir su relato. El Joven suponía que cada arruga era una historia y era como que intentaba contarlas para saber cuanto tiempo iba a hablar su ocasional compañero. Se emocionaba el Viejo cuando aprovechaba el fútbol para mencionar sucesos que habían hecho historia y que hacían mas que nada al país. Hablaba de don Hipolito Yrigoyen, el caudillo radical -el "Peludo" acotaba- y contaba su ascendencia sobre el pueblo, en una sociedad donde el conservadorismo echaba reales y donde las diferencias de clases sociales se hacían visibles. No respetaba las fechas, porque pasaba de un personaje a otro sin solución de continuidad. Le hablaba de lideres populares, de masas, de movimientos multitudinarios y lo enlazaba con la llegada del peronismo, el carisma del general y el 17 de octubre con la cruzada de Cipriano Reyes (ahí le agregaba que casualmente vivía en Quilmes). En algunos momentos se acordaba del fútbol y le contaba algo de los cracks, hablaba de Sandoval, Arrillaga, Leoncio, los tucumanos, la "Bordadora" Vicente Zito, el "Pibe" Maschio, el "Negro" Villegas que llegó de Venado Tuerto, la cancha llena con el equipo del '49, o el del '75 o el del '78... Después volvía a los hechos y los mezclaba, saltando del Gran Zepellin, a la llegada de la infanta Isabel, el Príncipe de Gales, el entonces Cardenal Pacelli (luego Pío XII) y el Congreso Eucarístico, las guerras mundiales, el hombre en la luna, la caída del muro de Berlín y tantas otras cosas. A la hora del fútbol le mencionaba a Alfredo Di Stefano, a Maradona, al que Moralejo una vez logró marcar sin un golpe, el fútbol de Pelé, el fútbol de ascenso y de los partidos en primera, alguna victoria sobre un grande que siempre se festejaba doble, como esa ante River en el "Monumental" con los goles de Paraja. El Joven escuchaba. Sentía ganas de preguntarle si quería seguir viviendo. El Viejo casi no lo atendía, pero se iba acercando cada vez más a nuestros tiempos de horror. Habló de los militares, de los desaparecidos, de los tiempos de horror, de la vuelta de la democracia en formar definitiva, de Menem y su caudillismo, hasta recordó que alguna vez paseó por las calles de Quilmes, recién llegado de la cárcel de Las Lomitas...
El Joven entendía que su momento se acercaba. Volvió a preguntar por su futuro. No lo conocía el Viejo. Sabía que le habían dado la yapa de cinco partidos más. Ahí sería el final. "A mi amigo el Gasómetro lo cambiaron por un supermercado. No sé, hay una comisión estudiando el futuro. Desde ya el tiempo del fútbol "se está acabando...".
El joven le piso la mano en la espalda, con cierta misericordia. Y mientras el Viejo ocultaba una lágrima, le contó de sus miedos. Sentía que era la gran novedad y que todos se le acercaban para admirarlo. Lo advertían tan joven, como si quisieran ayudarlo a caminar.
El "fútbol será siempre el motivo" dijeron casi al unísono.
Y se despidieron: el Joven agarró hacia Vicente López y el Viejo hacia Guido...
(Nota de País de los Quilmes: No fue posible dar con el nombre del autor de esta joya quilmeña, publicada en "El Sol" del 25/04/95. Si alguien lo sabe, favor de comentarlo)
El "fútbol será siempre el motivo" dijeron casi al unísono.
Y se despidieron: el Joven agarró hacia Vicente López y el Viejo hacia Guido...
(Nota de País de los Quilmes: No fue posible dar con el nombre del autor de esta joya quilmeña, publicada en "El Sol" del 25/04/95. Si alguien lo sabe, favor de comentarlo)