Un debate reciente en el Concejo Deliberante obliga a reflexionar sobre la manera en que los intereses particulares suelen imponerse por sobre los de la comunidad toda. Una iniciativa propiciada por los comerciantes de la principal arteria céntrica de Ezpeleta, la calle Chile, impulsaba modificaciones en el tránsito con el limitado objetivo de posibilitar el estacionamiento de la mayor cantidad de veiculos posible sobre dicha calle, con la discutida decisión de permitir boxes a 45 grados.
Chile posee una calzada angosta, no es una avenida. Sus veredas, paso obligado de inumerables vecinos que usan el tren o el colectivo para trasladarse, o que salen a hacer sus compras en el centro ezpeletense, no solo son angostas sino que además, como es costumbre creciente, están invadidas por artículos a la venta, carteles o motos.
Sería bueno esperar que el deliberante mire más hacia esta situación que va en detrimento de la mayoría, que estar promoviendo iniciativas que sólo ven el beneficio de unos pocos.
Las ciudades crecen, mutan. El acompañamiento de esa transformación por parte de la mirada de las autoridades no debe ser pasivo ni mucho menos contraproducente.
Un proyecto para que Ezpeleta cuente con un Centro a la altura de sus espectativas y su pujanza, está a la espera de ser elaborado, debatido y concretado. Sin grandilocuencias, con soluciones imprescindibles e impostergables.